Amanecer en la Laguna Santo Cristo, la laguna más grande y larga de Venezuela
En una de las tantas aventuras realizadas, con la finalidad de investigar sobre las bondades de nuestras regiones, tuvimos la oportunidad de conocer sobre la experiencia de acampar por una noche en los páramos del Parque Nacional Sierra Nevada. Emprendimos viaje desde la ciudad de Mérida hasta el hermoso pueblo de Gavidia, realizando la primera parada a eso de las cinco de la tarde en la Posada Turística Refugio Mitanti, una hermosa y pintoresca casa enclavada en las imponentes montañas del páramo de Gavidia, típicas de los Andes venezolanos. Allí, pudimos disfrutar de los servicios, comodidades y la esmerada atención que la hacen ideal para la práctica del ecoturismo y el turismo rural.
Nuestra llegada a la posada se dio tras recorrer unos 50 kilómetros aproximadamente por la carretera Trasandina desde la ciudad de Mérida, pasando por los poblados y sitios turísticos de Tabay, los Aleros, Cacute, Escagüey, Mucurubá, Monumento al Perro Nevado, entrada a las aguas termales de la Musui y finalmente Mucuchíes. Este último, lo atravesamos de punta a punta por su calle principal, hasta visualizar en un desvío, al final de la calle, un aviso de color rojo con letras blancas, como dando la bienvenida: Gavidia, Santuario de la Virgen de Fátima ¡Visítelo!

Luego de transitar unos cuantos kilómetros entre la carretera asfaltada, campos sembrados y casas típicas andinas, entramos a la posada donde nuestra presencia fue gratamente recibida por el señor Navor Balza y miembros de su familia, generándose un ambiente de mucha cordialidad y calidez, ofreciéndonos casi de inmediato unas deliciosas arepas andinas rellenas con queso ahumado, recién salidas del fogón, acompañadas de una taza de café criollo acabado de colar.
Esta fue la antesala a la conversación e intercambio de ideas sobre nuestra intención de poder realizar la travesía por los páramos de Gavidia y la Sierra Nevada, con la posibilidad de llegar y conocer la Laguna Santo Cristo.
Navor Balza es un señor de aproximadamente 50 años, de piel curtida por el intenso frío de los páramos. De sus vivencias por esas serranías se dejaba escuchar una buena cantidad de anécdotas, cuentos y leyendas manteniéndonos tan atentos, que las horas pasaban desapercibidas. Y así, fuimos entrando en ambiente… entre las risas de algunos de nosotros y el zumbido de la fría brisa, que en momentos penetraba por las puertas y ventanas de la posada, inundando el salón donde reinaba la camaradería entre todos.
Este característico momento nocturno de los páramos merideños, sirvió de marco para conocer a los baquianos, nuestros guías, quienes nos llevarían por las majestuosas montañas de Gavidia, en pleno Parque Nacional Sierra Nevada.
Dos jóvenes agricultores de la zona, uno de 19 años, Kevim Eduardo Ozuna Balza y el otro de 16, Jhermain Balza Albarran, ambos sobrinos de Navor, serían los responsables de guiarnos en esta nueva aventura hasta la Laguna Santo Cristo, en la modalidad de acampada por una noche en sus alrededores.
¡Todo preparado! Caballos y mulas con sus respectivas sillas, cuerdas, carpas, alimentación e hidratación, equipos de primeros auxilios, bolsos, chaquetas, gorros, guantes y demás accesorios para emprender la aventura a las cinco de la mañana del día siguiente.
Nos quedaba realizar por los momentos un reparador descanso para llenar de energías nuestros cuerpos, dado que la travesía era muy larga y exigente, y con el adicional, el frío paramero que sería nuestro inseparable compañero, sabiendo que nos helaría hasta los huesos.
Ya amaneciendo, suena la alarma del despertador a las cuatro de la mañana, anunciando que nos esperaba un día de paisajes típicos de la alta montaña, donde los frailejones, ríos de aguas cristalinas, la densa neblina, empinadas cumbres y lagunas casi congeladas, nos acompañarían durante toda la travesía.
Caballos y mulas con los respectivos baquianos nos aguardaban en un área techada de la posada; cuyo propietario, Navor Balza, nos brindó todo el apoyo y la logística necesaria para cumplir una vez más con nuestro objetivo… Vivir una nueva experiencia conocida como Turismo de Aventura por las espléndidas montañas del Parque Nacional Sierra Nevada. Y así, se dieron los últimos chequeos y preparativos antes de la salida para constatar que no se olvidara nada.
Eran las cinco de la mañana cuando emprendimos la salida por la entrada principal de la Posada Turística Refugio Mitanti, cada quien montado en su respectiva cabalgadura. Aún recordamos lo oscuro del ambiente cuando comenzamos a subir por una carretera asfaltada muy empinada, entre fincas y campos sembrados de hortalizas, mucho ganado, cantos de pájaros anunciando el amanecer. Así es la antesala a Gavidia, un pintoresco pueblo andino de casas muy coloridas, unas pocas con paredes de piedra, pero todas con techos de tejas rojas.
Montados en nuestros respectivos caballos y disfrutando del espectacular amanecer en Gavidia, continuamos la vía hacia la aldea Las Piñuelas a una altitud de 3.300 metros sobre el nivel del mar. Un ambiente acogedor de montaña, con un verdor intenso entre sus praderas, por donde pasa zigzagueante, entre su lecho rocoso, el río que la atraviesa y cuyo crujir de aguas cristalinas se logra escuchar desde lo lejos. Las sonrisas y los buenos días de las personas que nos veían pasar nos llenaba de regocijo.
Desde allí, nos cambió la panorámica de la vía y nos adentramos por un sendero angosto muy empinado, tornándose el camino cada vez más escabroso, que hasta las bestias dudaban en continuar.
Esta es una travesía extraordinaria, con paisajes maravillosos donde es infaltable las respectivas sesiones de fotografías, para documentar el magnífico momento que se estaba viviendo. La flor del frailejón cobra su protagonismo entre las quebradas que nos vamos encontrando por el camino, que dan lugar en algunas partes a lindísimas caídas de agua muy cristalinas, donde de repente se ocultan tras la espesa neblina. Este es sin duda, un singular espectáculo que nos brinda la naturaleza, con un toque mágico que todos los visitantes esperan ver durante el recorrido.
A media mañana hicimos una corta parada para comer e hidratarnos. Los comentarios y anécdotas alusivos a este primer tramo, nos hacían pasar un buen rato en tanto nos preparábamos para continuar con el recorrido. En poco tiempo ya nos encontrábamos cruzando el Alto de Santo Cristo, un cerro de unos 4.200 metros sobre el nivel del mar.

Desde allí, en lo más alto de la montaña, pudimos observar maravillados un pequeño fragmento de la grandiosidad del Parque Nacional Sierra Nevada y sus imponentes montañas. Para llegar a este punto, tardamos unas cuatro horas faltando todavía dos para nuestro destino final… La Laguna Santo Cristo.
Cruzamos lo que se conoce como La Puerta para seguir adelante… Y desde lo más alto nos tocó bajadas muy pronunciadas cuyas características principales del terreno, son los senderos de tierra y piedras con muy poca vegetación, pero eso sí… Muchísimos frailejones.

Seguimos adelante con nuestro trekking, entre senderos de tierra, piedras y frailejones, una que otra laguna se cruzaba en nuestro camino, así como también, algunas cascadas que se lograban divisar a pesar de la densa neblina. Y de repente, al superar un risco, estaba allí… Con sus tranquilas y cristalinas aguas, esperando por nosotros, la indescriptible y misteriosa Laguna Santo Cristo.
El paisaje desde lo alto de la montaña es maravilloso: frailejones, algunas vacas, muchas aves endémicas de los páramos, algunos riscos y el intenso colorido de la vegetación nos daban la más cordial bienvenida; y para sorpresa nuestra, un grupo pequeño de personas, con su nylon trataban de pescar algunas truchas entre las frías aguas de la laguna. Al llegar a sus alrededores, nos dispusimos de inmediato a buscar el lugar ideal y más seguro para armar nuestro campamento y prender el fogón.
La Laguna Santo Cristo es de origen glaciar, está ubicada aproximadamente a 3.900 metros sobre el nivel del mar, y para orgullo de todos los merideños, es la laguna más grande y larga de Venezuela, con una longitud de más de 1.5 kilómetros y 700 metros de ancho en su punto máximo. En sus alrededores podrás observar el típico bosque de coloraditos, que es el árbol que crece en lo más alto de los Andes.

En algunas partes su profundidad llega hasta los 50 metros, son aguas muy cristalinas que se logran ver verdosas a la distancia, debido a las algas que se reproducen en su lecho, lo que la hace ideal para la pesca deportiva, fundamentalmente la trucha arcoíris. Un espléndido ambiente ideal para realizar largas caminatas y disfrutar del páramo venezolano.
Finalmente los invitamos a visitar esta hermosa tierra andina que lo tiene todo… para CONOCER y QUERER gavidia.